Fondos de inversión

Tiempo atrás, los corredores de valores tenían un discurso preparado para asesorar a las personas interesadas en invertir. Les recomendaban tener una actitud de mediano y largo plazo, en lugar de guiarse por las fluctuaciones de corto plazo que pudieran ocurrir en el precio de los títulos que comprasen. Dado que las personas de edad avanzada suelen tener una expectativa limitada de vida remanente, en la práctica esa recomendación equivalía a que muchas de las posibles oportunidades de inversión fuesen consideradas sólo aptas para los jóvenes.

La extraordinaria proliferación mundial de los fondos de inversión ha traído consigo una especie de democratización generacional. Al abrir la posibilidad de invertir en carteras diversificadas, las variaciones en el precio de un título en particular pierden importancia relativa dentro del conjunto adquirido por el fondo. Eso significa que oportunidades antes fuera del ámbito recomendado por motivos de edad, caen hoy dentro de él, ampliando el abanico de alternativas que califican como inversiones razonables.

En términos económicos, la consecuencia ha sido que los fondos han reducido el plazo al que las inversiones pueden ser realizadas sin incurrir en riesgos indebidos por causa de volatilidades transitorias, teniendo además el beneficio de una administración profesional de los recursos, basada en informaciones que con frecuencia no están al alcance de personas no especializadas o cuyas actividades están alejadas de los asuntos financieros.

Evidentemente, la capacidad de los fondos para desempeñar ese papel está relacionada con el número de títulos en circulación. En mercados emergentes como el nuestro, el rol de los fondos se expandirá y facilitará a medida que aumente la disponibilidad y variedad de valores en los cuales invertir, lo que genera un proceso de refuerzo progresivo. Esto así porque al hacer posible reducir los plazos mínimos de inversión recomendados, la mayor diversidad de opciones contribuye a ampliar su propia demanda.